La duda ha sido tu compañera de vida. Tomar decisiones siempre ha sido un suplicio para ti, porque tienes miedo a equivocarte, a que te juzguen por no ser perfecta, a ser menos que el resto.
Cuando tienes que tomar una decisión, preguntas a mucha gente ya que ellos siempre tienen la respuesta adecuada.
Y sigues avanzando en el camino de tu vida, a pesar de que las decisiones de cuando parar, seguir o cambiar de sendero las hayan tomado otros.
Por eso cada vez que te preguntas “¿Qué hago aquí?” no sabes la respuesta, porque nunca tomaste esa decisión. La de estar donde estás ahora.
Viene a ti a menudo una sensación de vacío, de pérdida de sentido de tu vida.
Porque te das cuenta de que te has resignado a decidir por ti y en el fondo te has resignado a elegirte. Ya que has acabado cediendo el poder de tu vida a otros, sin querer y sin pensarlo.
Hasta ahora has condicionado el hecho de no decidir para no decepcionar a la gente que tienes a tu alrededor, para que no te juzguen. Pero no te has parado a pensar que a la primera persona que has decepcionado es a ti misma.
Y no quieres que esto siga así. Quieres ser la protagonista de tu vida, quieres darte la oportunidad de ser feliz.per
Para ello empiezas a pasar más tiempo contigo misma, para escucharte, conocerte y descubrirte.
Para poco a poco ir tomando pequeñas decisiones en tu vida, sin hacer mucho ruido, pero sabes que para ti son importantes.
Y de repente te percatas de que la mochila que has estado cargando hasta ahora en la espalda no pesa tanto y te sientes más liberada.
Muchas veces quieres volver a ser la de antes, dónde todo parecía más fácil.
Pero te has parado a mirarte al espejo, te miras de verdad y te reconoces el esfuerzo y la valentía de cada uno de los pequeños pasos que has estado dando hasta ahora.
No necesitas más respuestas de otros, sino que seas tú la que te digas:
Tú, eres todo aquello que necesitas.